Matadme.

No sabías la importancia que tiene todo, y confiabas plenamente en la nada. Siempre estabas seguro, no había remordimientos; quizás te has estropeado. La imagen que tienes de ti mismo es una pantalla publicitaria, y ni siquiera te habías descubierto hasta ahora; y eres tú el que no quiere darse cuenta de que algo ha cambiado, la rutina se ha rajado y ha dejado pasar una poderosa infección, algo de lo que no te has vacunado.
Ya no eres inmune. Todo lo que temías ha tomado posesión de ti mismo y no puedes ni pensar sin que esos gérmenes te azoten la memoria más reciente. Das vueltas, pero no puedes escapar de ti mismo, te contradices y vuelves a caer, no tiene final, no vas a lograr entenderlo sin causarte una lesión. Te convences mentalmente de que tú no puedes ser como los demás, no estás hecho para eso, pero es todo una mentira.
Mientes demasiado bien.
Pero, amigo, sí que tiene importancia. ¿No lo sabías? Ya no es lo que era, no, ahora todo es mucho peor. Lo irónico es que todo es culpa tuya, tú te lo has causado y tú asumirás las consecuencias sin ayuda de nadie.
Quieres volver a meterte en el cascarón, no dependes de nadie, nunca lo has hecho. A veces piensas que habrías necesitado un poco de atención, así no sería como es ahora. El problema es que no sabes cómo funciona esto, es completamente desconocido para ti, no tienes ningún manual, te sientes como un defecto de fábrica. ¿Eso te hace especial? No, eso te hace idiota.
Quieres sentirte bien, y de hecho, siempre lo consigues. Eres un hipócrita que no valora las cosas, y eso te causa una media sonrisa que siempre irrita al más débil, pero te consideras fuerte, ni siquiera esto va a poder contigo.
Te aferras a esa idea. No puedes cambiar y seguir ocultándote información, ésta se ha filtrado y te has enterado de cosas, cosas que han salido de ti mismo. Las ignoras, todo tiene que seguir su curso, es así de curioso.
Tú eres así de curioso, eres inusual, y no te pueden descubrir.
¿Me entiendes?
Ya, supongo que no.

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